LA GUERRA CONTRA LOS POBRES: RENOVADA
1. El plan del colonialismo: Controlar la tierra, controlar a la gente
En la América colonial, la confiscación de tierras era el primer paso para el control. Las comunidades nativas fueron expulsadas por la fuerza, sus sociedades fracturadas y su autodeterminación negada. Este modelo sigue intacto en la actual crisis de la vivienda.
Los inversores, respaldados por subvenciones públicas y lagunas urbanísticas, están comprando propiedades en barrios negros y marrones históricamente pobres, muchos de ellos las mismas zonas que fueron censuradas en el siglo XX. A medida que los alquileres se disparan y la propiedad queda fuera de su alcance, la estabilidad generacional se erosiona. La gentrificación moderna es un término desinfectado para la misma lógica de los colonos: desplazar a los vulnerables, extraer valor y consolidar el poder.
2. El imperialismo y la maquinaria del encarcelamiento masivo
Al igual que el imperialismo extranjero justificado por "misiones civilizadoras", el complejo carcelario-industrial actual se disfraza de seguridad pública. Estados Unidos encarcela a más personas que ningún otro país del mundo... desproporcionadamente negros, morenos, pobres y enfermos mentales. Esto no es casual.
Tras la abolición de la esclavitud, los Códigos Negros y las leyes contra la vagancia criminalizaron la pobreza y la autonomía laboral. Más tarde, la Guerra contra las Drogas se convirtió en una guerra contra las comunidades de color. Hoy en día, la policía de las ventanas rotas, la fianza en efectivo y la defensa pública infrafinanciada mantienen una lógica imperialista: criminalizar lo que no se quiere entender, y luego encarcelar para silenciar.
3. La salud mental como campo de batalla: De los manicomios al abandono
A mediados del siglo XX se cerraron manicomios con el pretexto de la desinstitucionalización. Sin embargo, los sistemas de salud mental basados en la comunidad nunca recibieron una financiación completa. Este vacío dejó a millones de personas sin tratamiento, especialmente a los pobres, que ahora se ven obligados a vivir entre la calle, las urgencias y la cárcel.
Las enfermedades mentales no son criminales. Pero nuestra infraestructura la trata como tal. La óptica abolicionista nos recuerda que los sistemas diseñados para castigar en lugar de curar deben ser desmantelados -no reformados- porque, en primer lugar, nunca fueron concebidos para prestar un servicio equitativo.
4. Las urnas: La democracia negada, otra vez
La Reconstrucción prometió en su día una democracia multirracial, y las comunidades negras se organizaron para reclamarla. Luego vino Jim Crow. Las pruebas de alfabetización, los impuestos electorales y la violencia despojaron sistemáticamente a los negros de su derecho al voto.
Las leyes actuales de identificación de votantes, el cierre de colegios electorales y la delimitación de distritos se hacen eco de esa supresión. Las nuevas leyes promulgadas en decenas de estados se dirigen de forma desproporcionada a los votantes de bajos ingresos y minorías, creando barreras modernas a la participación electoral tan intencionadas como las anteriores.
5. El mito del sueño americano: Decadencia por diseño
La Ley GI no se aplicó por igual a los veteranos negros. La suburbanización excluyó a las comunidades de color. Los empleos industriales dejaron los centros urbanos sin planes de transición para la clase trabajadora. Reaganomics destruyó la red de seguridad social. La crisis inmobiliaria de 2008 se cebó con comunidades a las que ya se les había negado el acceso.
Todos estos fueron hitos -no accidentes- en la lenta y calculada erosión del Sueño Americano para los pobres. Un sueño no aplazado, sino negado a propósito.
6. La llamada a la abolición, no sólo a la reforma
Los abolicionistas del siglo XIX no pedían una esclavitud más amable. Exigían el fin. Del mismo modo, las luchas actuales exigen una nueva visión abolicionista: abolir la pobreza, los sistemas racistas, las lógicas carcelarias y la privación de derechos económicos.
Significa construir la vivienda como un derecho humano. Atención sanitaria universal. Justicia reparadora en lugar de jaulas. Derecho al voto sin restricciones. Reparaciones, no sólo reconocimiento.
ESTAMOS EN UN CAMBIO GLOBAL PARA PROTEGER A NUESTROS HIJOS
Del colonialismo al capitalismo, de las plantaciones a las prisiones, los sistemas pueden parecer diferentes, pero el impacto sobre los pobres sigue siendo brutalmente constante. A lo que nos enfrentamos ahora no es sólo a una crisis social, sino a un ajuste de cuentas moral.
Estamos en un cambio global. Un cambio que debe basarse en la protección de nuestros niños, la reconstrucción de las infraestructuras comunitarias y el rediseño conjunto del acceso. La guerra contra los pobres es real, pero también lo es nuestro poder para acabar con ella.